Reseña: «El necrófilo»


Obra: El necrófilo

Autora: Gabrielle Wittkop

Editorial: Tusquets Editores

Año de edición: 1972 (de esta edición: 1995)

Traductor: Joaquín Jordá

Número de páginas: 104

Idioma original: Francés

Sinopsis: Un anticuario, acostumbrado a vivir entre objetos vetustos, cuenta en forma de diario un año de sus sombríos encuentros con Henri, Suzanne, Teresa y otros muchos seres anónimos. Son jóvenes o viejos, fáciles de poseer o rebeldes. Pero todos tienen algo en común: la misma piel cetrina todavía algo tersa, el mismo color de cera, los mismos ojos entornados, los mismos labios mudos, el mismo olor a polilla y el mismo sexo glacial. Porque es a los muertos a quienes ama, a quienes desea. Goza de los encantos en putrefacción de cadáveres robados de sus sepulturas y adorados en la penumbra de una habitación cuyas cortinas permanecen siempre corridas. Pero no es un ser solitario, también se relaciona con otros necrófilos y comparte con ellos sus impresiones acerca de sus gustos y vivencias. Pero el suyo es un placer peligroso, un juego prohibido, maldito. Un día, durante un viaje a Nápoles, todo parece detenerse para él...

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Gabrielle Wittkop fue una escritora clásica, autora de varios ensayos en alemán y de cinco novelas, entre ellas la que hoy se reseña en este blog, Le Nécrophile (1972), que marcó el nacimiento de una feminidad sadiana en la literatura francesa. Poco antes de su muerte, en 2001, las Éditions Verticales propusieron de nuevo sus obras, que fueron acogidas con elogiosísimas reseñas. Según la presentación de la autora redactada por la editorial Anagrama, Wittkop nació en Nantes en 1920 y residió en Alemania desde 1946 hasta su muerte, en 2002. Después de dos matrimonios nada convencionales, la escritora se definía a sí misma como «libertina cosmopolita», «más bien lesbiana» pero también misógina, y firmaba sus cartas como «Gabrielle, la petite fille de Sade». 

¡Buenas y escabrosas tardes, contraportadistas! Antes de empezar a redactar estas líneas, debo reconocer que me encuentro ante un libro que, posiblemente, sea uno de los más difíciles de reseñar de entre todos los que me he topado en mi trayectoria como bloguera. Antes de escribir las primeras palabras de la ficha técnica, he pasado más de una hora informándome acerca de la vida y trayectoria de Gabrielle Wittkop —al final, he elegido compartiros la biografía de Anagrama por parecerme la más concisa y exacta— y leyendo otras opiniones de lectores sobre este libro en Goodreads... Y es que nos encontramos ante un libro oscuro y lleno de contrastes. Como bien lo define la propia Wikipedia: «un género literario macabro, perturbador y carente de toda moral».

Las sensaciones que me ha transmitido han sido del todo contradictorias, pues la pluma de Wittkop ha hecho tan asombrosamente bien su trabajo que consigue que el lector logre empatizar y ponerse en la piel de Lucien, quien, a todas luces, sería considerado un monstruo por la mayoría de las sociedades actuales.

El punto de vista de Lucien respecto a su propia condición es que en el mundo existen cantidad de «apetitos sexuales» —como él los define— que implican el sometimiento, la tortura o la mutilación de otro ser humano —o animal—, pero su filia es, de todas —según él—, la que menos daño hace, puesto que los cadáveres ni sienten ni padecen.

Es especialmente curioso que Lucien no vive la necrofilia únicamente en la esfera sexual, sino en el plano sentimental... El anticuario establece relaciones románticas con sus cadáveres. Cada vez que tiene que deshacerse de un cuerpo porque ya está demasiado descompuesto, Lucien lo vive como una auténtica ruptura amorosa; del mismo modo que cada vez que profana una tumba con un cadáver nuevo, se siente como al inicio de otro noviazgo. De hecho, no abundan —como cabría esperar en este tipo de escritura tan macabra— escenas descaradas de sexo explícito, sino que la mayoría de las páginas parecen el diario de los amores de un adolescente de naturaleza sensible, lo cual contrasta absolutamente con la crudeza de lo que se está narrando.

En ese sentido, me ha recordado un poco a El Perfume de Patrick Süskind, ya que vemos cómo los ojos del monstruo transforman lo horroroso en algo cotidiano, abordando lo macabro desde una inusitada elegencia y una profunda sentimentalidad.

Los pelitos de punta.

Así que... uffff. ¿Lo recomiendo? ¿Lo descarto? ¿Me ha gustado? ¿Me ha repugnado? Sinceramente, yo diría que un poco de todo. Más allá de la propia historia y de lo que se cuenta y se muestra, yo diría que lo que más me ha gustado es lo bien que escribía la difunta Gabrielle Wittkop. Su habilidad literaria, aunque oscura y no apta para todos los estómagos, es sencillamente espectacular. En cada narración, simple, sencilla, concisa, asquerosa y emotiva, logra que el lector se encuentre y entre en conflicto consigo mismo; y eso es algo que muchos escritores famosos no consiguen a lo largo de toda su obra.

Por tanto, lo que puedo decir es que si os gusta la literatura perturbadora, no podéis dejar escapar esta obra de Wittkop.

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2 Comentarios

  1. Me flipan los libros de esta editorial, no tienen nada que ver con erótica al uso.
    Anotadísimo.

    Besotes

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  2. Me alegra que te haya gustado tanto, pero no creo que sea una lectura para mí. Lo voy a dejar pasar. Gracias por la reseña.
    Besos.

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